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El delicado proceso de paz en Colombia: Una visión general

En noviembre de 2016, la guerrilla de las Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia (FARC) y el gobierno colombiano firmaron un segundo acuerdo de paz revisado, poniendo fin a más de cinco décadas de conflicto violento. Y, a pesar de algunos reveses, el proceso de paz de Colombia parece ir por buen camino. Sin embargo, una figura de alto rango rechaza el acuerdo de paz: Iván Duque, que se presenta como candidato del Centro Democrático en las elecciones presidenciales de este domingo. Los críticos alegan que Duque es un títere del ex presidente Álvaro Uribe. Uribe había liderado anteriormente el bando que se oponía al primer acuerdo de paz firmado en agosto de 2016, que luego fue rechazado por un estrecho margen en un referéndum.

Algunos observadores han criticado la forma en que el gobierno está implementando el acuerdo de paz, y han sugerido cambios. Pero aparte de Duque, ninguno de los otros candidatos presidenciales que se presentan a las elecciones de este domingo pone en cuestión el acuerdo de paz. Las encuestas indican que uno de estos cinco candidatos se enfrentará probablemente a Duque en una segunda vuelta.

Pasos tentativos hacia la paz

Cuando, en octubre de 2012, el gobierno de Colombia y la guerrilla de las FARC iniciaron las negociaciones de paz en Oslo, ambas partes se mostraron escépticas sobre el éxito de las conversaciones. Muchos recuerdan los intentos fallidos del ex presidente Andrés Pastrana para lograr la paz a finales de los años 90.

Pero el presidente Juan Manuel Santos estaba decidido a lograr la paz y consiguió poner a muchos colombianos de su lado. Deseoso de llevarla a cabo, se presentó a la reelección en 2014 bajo el lema «Unidos por la paz», y ganó.

Cese del fuego

Tras una serie de acuerdos preliminares sobre una reforma agraria y la posibilidad de integrar a los antiguos combatientes de las FARC en el proceso político de Colombia, el escenario parecía preparado para unas conversaciones de paz propiamente dichas. Pero cuando un ataque de las FARC mató a 11 soldados colombianos en abril de 2015, las negociaciones se detuvieron abruptamente. El gobierno colombiano respondió con una campaña militar, y una vez más la paz parecía improbable.

Era un momento crítico. La intervención diplomática de los cuatro Estados garantes -Cuba, Chile, Venezuela y Noruega-, que habían facilitado las negociaciones de paz, aseguró que el conflicto no volviera a estallar. Entonces, en julio de 2015, las FARC anunciaron un alto el fuego. Y en noviembre de ese año, el gobierno de Colombia indultó a 30 combatientes de las FARC, lo que contribuyó a aliviar aún más las tensiones.

Se firma un primer acuerdo de paz

El apoyo internacional durante las conversaciones de paz resultó ser inestimable. La Organización de las Naciones Unidas (ONU) aceptó supervisar la aplicación del acuerdo de paz y el desarme de los guerrilleros de las FARC, lo que aportó la credibilidad que tanto necesitaba el proceso. Luego, el 26 de septiembre de 2016, el presidente Santos y el comandante de las FARC Rodrigo Londono firmaron un acuerdo de paz en la ciudad de Cartagena.

Pero la exuberancia de todos los implicados no tardó en decaer. El ex presidente colombiano Álvaro Uribe encabezó un considerable grupo de críticos que se oponían al acuerdo y a sus estipulaciones sobre la justicia transicional, en particular. Para sorpresa de muchos, logró convencer a una escasa mayoría de colombianos de que rechazaran el acuerdo de paz en un referéndum celebrado el 2 de octubre de 2016.

Se acuerda un segundo acuerdo de paz revisado

Pero este revés no hizo descarrilar el proceso de paz en general. En 2016, el presidente Santos recibió el Premio Nobel de la Paz, lo que dio un impulso adicional a la causa. Y en noviembre, el Parlamento colombiano aprobó por unanimidad una segunda versión revisada del acuerdo de paz. Varios meses después, el parlamento también acordó la integración política de los antiguos miembros de las FARC tras su completo desarme. La ONU supervisó el proceso de desarme en tres etapas, que concluyó en agosto de 2017.

Pueden surgir nuevos retos

Y también ha habido amplios gestos conciliadores. Cuando el Papa Francisco visitó el país en septiembre de 2016, el ex comandante de las FARC Rodrigo Londono (que luchó bajo el nombre de Timoleón Jiménez, o Timochenko) se disculpó por el sufrimiento que sus combatientes habían causado. Las FARC se han transformado ahora en un partido político, que participó en las elecciones parlamentarias de marzo de 2018, en las que no consiguió ningún escaño. Aun así, el acuerdo de paz garantiza que las FARC ocupen cinco escaños en el Senado y la Cámara Baja del país hasta 2026.

Londono tenía previsto inicialmente presentarse a las elecciones presidenciales del domingo, pero se retiró por problemas de salud y para someterse a una operación. Y a juzgar por el pésimo resultado de las elecciones parlamentarias de este año, las FARC no desempeñarán un papel importante en la política colombiana. Sin embargo, Álvaro Uribe se erigió como el gran ganador de las últimas elecciones parlamentarias. Y aunque el propio Uribe no se presentará a las elecciones presidenciales del domingo, sí lo hará su protegido Iván Duque, que defiende un programa decididamente conservador. Si, como sugieren las encuestas, Duque llega a la segunda vuelta, el proceso de paz de Colombia puede enfrentarse a tiempos difíciles.

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