Hubo un tiempo en que paramilitares fuertemente armados aparecían de repente y cobraban 10 dólares por persona. «Nos aseguraremos de que los guerrilleros no den problemas», decían. Durante una caminata de cuatro días por la selva en los bosques húmedos de las montañas de la Sierra Nevada de Santa Marta, cruzando puentes colgantes suspendidos de cuerdas desgastadas sobre los ríos, uno podía pasar por decenas de cocinas de cocaína. Eso era Colombia hace 10 años.

La ruta hacia la Ciudad Perdida sigue siendo muy aventurera incluso sin soldados paramilitares ni guerrillas de las FARC o el ELN, pero mucho menos arriesgada.
La Ciudad Perdida, después de la ciudad inca de Machu Pitchu en Perú, es el mayor y más conocido sitio cultural precolonial de toda América Latina. La caminata con noches en hamacas es una verdadera experiencia en la naturaleza, donde el viaje es tan importante como el destino.

Durante años, los mochileros fueron sistemáticamente objetivo de los secuestradores. Por ejemplo, en 2003, ocho veraneantes de Europa e Israel fueron secuestrados. Unos 2.000 soldados y policías los buscaron mientras algunos de ellos eran retenidos por la guerrilla del ELN, un grupo financiado con el pago de rescates.
Tras un tratado de paz con la guerrilla de las FARC, se espera que unos 70.000 combatientes de 26 zonas entreguen sus armas a finales de mayo, en un primer paso para organizar la vuelta a la vida normal. Las negociaciones de paz con la guerrilla marxista del ELN continúan. El conflicto en el país ha alcanzado su nivel de violencia más bajo desde que comenzó hace 52 años.
Lugares entre el sueño y la realidad
Tras una excursión a la Ciudad Perdida, la costa caribeña nos llama, con los chalets del Parque Tairona sobre las arenas blancas de la playa. Merece la pena visitar la hermosa isla de San Andrés, así como Cartagena, una espléndida ciudad colonial.
Otro atractivo es un lugar como la cercana Aracataca, donde la realidad y el arte se funden, como en el movimiento artístico del «realismo mágico». Aquí nació Gabriel García Márquez, y aquí también se encuentra el pueblo de Macondo, escenario de su novela «Cien años de soledad», que narra el ascenso y la caída de la familia Buendía. En cualquier lugar del pueblo encontrará mariposas en las paredes, un elemento recurrente en el libro.
En 2016, el número de turistas internacionales pasó de 3 a 3,5 millones. La ocupación hotelera, habitualmente baja, alcanzó un máximo sin precedentes, con un 56,2%. La Organización Mundial del Turismo (OMT) considera a Colombia uno de los avances positivos del año pasado. «Colombia se beneficiará enormemente del tratado de paz», dijo el Secretario General Taleb Rifai.
Aventuras en la naturaleza y sostenibilidad
El turismo debe ser sostenible porque beneficiará sobre todo a las zonas rurales que sufrieron durante los combates. Estos ingresos deben socavar el caldo de cultivo de actividades ilegales como el tráfico de drogas. Este auge se compara con el de Cuba, que está disfrutando de un boom turístico, con unos cuatro millones de visitantes el año pasado.
Entre los destinos más atractivos se encuentran las selvas tropicales y las zonas cafeteras, así como ciudades revitalizadas como Medellín, que cuenta con una animada escena musical y cultural y una excelente gastronomía, todo lo cual se espera que haga que la era de los cárteles de la droga sea algo del pasado.
Todavía queda mucho camino por recorrer, sobre todo en materia de seguridad, pero el turismo se considera un motor de crecimiento.
«El medio ambiente fue una de las víctimas del conflicto. Ahora podemos trabajar para protegerlo y combatir las plantaciones ilegales de cocaína y la minería ilegal», dijo el presidente colombiano Juan Manuel Santos. Éstas eran la principal fuente de ingresos en las zonas de la guerrilla, donde se espera que el turismo ayude ahora a cimentar el proceso de paz.